El teorema

En homenaje a la asombrosa intuición humana, que permite llegar a lugares donde la razón ni siquiera puede vislumbrar, escribí un relato titulado "El teorema". Lo envié al concurso de inspiraciencia, convocado por el CSIC  (http://www.inspiraciencia.es/es/) y he resultado ganador.
Os voy a hacer una pequeña introducción para los que no estéis muy puestos en Cuántica. Observad bien las fechas.

Una de las consecuencias más extraordinarias de la Física Cuántica de Niels Bohr (1885-1962), es la no localidad del universo, es decir, todo está interconectado de alguna manera que desconocemos. Esta consecuencia, también llamada entrelazamiento cuántico, era tan inquietante que tres físicos, Albert Einstein, Boris Podolski y Nathan Rosen, propusieron en 1935 un experimento mental (llamado paradoja EPR) para dejar en ridículo los postulados de la misma.
En 1964 John Bell propuso su famosa desigualdad. Una forma matemática para poder verificar dicha paradoja y comprobar quién tenía razón.
En 1983 Alain Aspect informó de un experimento con fotones que violaba la desigualdad de Bell. Es decir, Bohr tenía razón.
Por otro lado, Francis Thompson (1859-1907) es un poeta inglés.
Cuando Francis Thompson murió, no existía la Física Cuántica. Bohr aún era sólo un estudiante.


                                   El teorema

  Habían llegado a sus manos de una forma casual. Los había leído como si se tratase del enunciado de un teorema. Un bello teorema de simetría perfecta.
…Y desde entonces venían a su cabeza de forma inesperada, en las ocasiones más inverosímiles.
No recordaba cómo llegaron hasta él, pero sí recordaba su fuerza, su sencillez, su consistencia. Palabra por palabra.
Cuando leyó aquellos versos, estaba preparando el gran experimento y en su mente volaban los fotones de un extremo al otro de los confines del universo.
Le recordaron su niñez, cuando se pasaba las horas mirando las estrellas. 
Calculaba ángulos, calculaba distancias, con la precisión y el rigor del que sabe que se asoma al borde de un abismo. Colocaba espejos, filtros… y lanzaba partículas de luz sobre un espacio infinito, como quien lanza a volar palomas mensajeras, esperando una respuesta venida del otro lado de la realidad. 
Lo habían propuesto tres grandes sabios, para demostrar que la Física Cuántica planteaba un absurdo.
Aquella mañana se había levantado muy temprano. El agua de la ducha corría por su cara y el ruido en la calle había comenzado a despertar. Pero él se encontraba absorto en sus pensamientos y no escuchaba nada, sólo el silencio que sucede al descubrimiento de un gran misterio. Lo había conseguido. La noche anterior, en el laboratorio, había obtenido la respuesta. Bohr tenía razón.
Entonces volvían a su cabeza aquellos versos y le asaltaba siempre la misma e inquietante pregunta: ¿Cómo lo había sabido?
Había conseguido demostrar la no localidad del universo. Todo está conectado de alguna manera que desconocemos. 
Era un gran día. No sólo para él y para la Ciencia, sino también para el hombre. Tendría que plantearse, nuevamente, cómo es realmente el universo, cuál es la “verdadera” realidad.
¿Cómo se explica que no exista una independencia real en cosas que se hallan espacialmente separadas entre sí?

Y la inquietante pregunta: ¿Cómo llegó Francis Thompson a saberlo?...

Buenos días señores. Soy Alain Aspect. Me presento ante ustedes para informar del experimento que demuestra el Teorema de Francis Thompson, cuyo enunciado exacto dice así:

"Por un inmortal poder,
todas las cosas
lejanas o cercanas,
están ocultamente ligadas entre sí,
de modo que no puedes arrancar una flor
sin perturbar las estrellas".

Corolario: Francis Thompson (1859-1907) poeta inglés.

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